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asier
5 min readJan 3, 2023

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woman in the sun - hopper

Me despierto sudando, de golpe, como si volviese de una pesadilla o de un sueño erótico, ahora mismo no recuerdo cual. Noto las sábanas húmedas y gotas de sudor por la espalda. No sé muy bien por qué pero estoy tapada hasta arriba, como cuando de pequeña me tapaba hasta el cuello para evitar que un vampiro me mordiese por la noche, y un intenso rayo de sol que se cuela por la ventana que no cerré ayer me está calcinando la cabeza. Nunca bajo la persiana del todo porque no soporto la oscuridad. Me estoy derritiendo. Anoche me debí olvidar ponerme el pijama porque estoy en bragas, con las sábanas acariciándome los pezones. El suave roce del algodón acostumbra a darme mucho placer, libres domingos y domingas, pero ahora mismo el apego con el que se adueña la sábana de mí no deja de aumentar mi ansiedad. Giro la cabeza todo lo que puedo y veo que hay un plato encima del escritorio y una montaña de ropa encima de la silla. Ahora mismo soy como un gran burrito que rezuma o como Homer Simpson cuando decide no ir a la iglesia. Es el mejor símil que puedo conseguir ahora mismo.

Me quedo absorta mirando el techo, que debe de pensar que le estoy culpabilizando de algo, mientras mi corazón comienza a despegar. Ha puesto el turbo o está de huelga a la japonesa, pero supongo que es normal porque para mi hígado es lunes. Una gota de sudor se desliza por mi frente mientras Killing in the name de Rage Against the Machine empieza a sonar a través de todas las paredes existentes. Claro que sí, no hay mejor canción para un sábado por la mañana. Dani, eres el hermano menos empatico de la historia. Me destapo de cintura para arriba porque no puedo más y se me eriza el suave vello de los pezones. Un escalofrío me recorre hasta detrás de la oreja mientras cierro los ojos.

Ayer debí de hacer una bomba de humo porque tengo el móvil lleno de mensajes y tres llamadas perdidas de Lucía. Pobre, odia eso. Le doy los buenos días, a ella y a Alex, en ese orden. Doy los buenos días en el grupo familiar aunque estemos todos bajo el mismo techo y pregunto qué hay de comer, también si hay pasta o arroz o algo similar. Mi padre contesta con un ok. Entro en Twitter y leo un hilo sobre las mejores películas de la historia que ha sacado una famosa revista y que tiene a todos los machitos enfadados. Son imbéciles. Les quema que una mujer esté de primera. Entro en el perfil de Alex y veo que le ha dado like a la lista y a dos tweets de una tal María. Paso. En Instagram estoy etiquetada en varias fotos de ayer por la noche en donde salimos la mitad de la clase. Intento un zoom sobre la foto para verme pero no me gusta nada lo que veo, tengo más ojeras que un mapache. Alex también está, aunque no sea de clase, y él sí que sale bien. Recorro cada centímetro de su sonrisa, qué guapo es. Entro en su perfil y en las fotos nuevas en donde está etiquetado le doy like a todas, al igual que ya ha hecho una tal María. María cariño, vete a la mierda.

La cabeza me zumba y un ligero mareo me recorre mientras me levanto para bajar el store, me gusta el sol pero no tanto. Bebo lo que queda de agua del vaso que está al lado del plato y me vuelvo a tumbar en la cama, tampoco hay que forzar. Abro la galería de fotos para intentar recomponer la memoria y me choco con no menos de veinte selfies con Alex y cuatro fotos de espejo en el baño con Lucía. Alex y yo hacemos buena pareja, es un hecho. Voy pasando los selfies y descubro un patrón: Alex me está agarrando una teta. Sonrío, aunque siendo sincera, no me acuerdo de eso. Me quito una gota de sudor que ha conseguido recorrer medio cuerpo hasta el pezón y el ligero roce me gusta tanto que sigo tocándolo. Me lo acarició suave y lentamente, en círculos. Paso al siguiente selfie en donde Alex me sigue agarrando una teta y yo tengo la cabeza metida en su cuello en un intento, o eso es lo que me parece, de darle un mordisco. Cierro lo ojos y me acuerdo de ese olor tan característico que tiene y que tanto me gusta. Imagino que lo estoy recorriendo mientras recorro mi cuerpo y bajo y bajo la otra mano. La meto debajo de la braga y comienzo a tocarme mientras nos proyecto desnudos en la cama King size de su apartamento que tanto hemos conquistado. Con ese nórdico totalmente blanco que tanto ha visto. Los selfies ya no importan, dejo el móvil y me toco el otro pezón. De resaca siempre estoy más cachonda y Alex no me deja romper esa tradición. Las sudorosas sábanas se arquean pegadas a mi espalda con el mismo compás, me siguen allí a donde voy, calientes, ardientes, sudadas. Mi respiración se acelera mientras me retuerzo de placer cada vez más. Golpean la puerta.

- Clara — me llama Dani, el puto Daniel — Clara.

Me asusto y salgo del trance. Miro a la puerta que sigue cerrada, menos mal. Golpea de nuevo. ¿Puede que me haya oído? Miro el móvil, son las dos y dieciocho minutos del mediodía.

- ¡Qué quieres! — le grito.

- A comer.

Tu puta madre que susto me has dado, pienso. Me vibra el móvil en la mano tantas veces seguidas que pienso que quiere escapar. Hay una Lucía al otro lado escribiendo cinco mensajes al segundo. Podrías dejar de hacer bombas de humo? escribe, a qué hora te fuiste? Me manda un gif de un bebe con pañal bailando que interpreto como que ayer hubo mucha fiesta y le contesto con un guiño. Nos quedamos hasta el final, no como otras. Me incorporo y me pongo la parte de arriba del pijama que encuentro en el suelo, me quedo sentada en la cama. Es que no podía más, le pongo. Me acompañó Alex a casa. Ya le dije que no hacía falta pero bueno… qué majo es. Qui miji is, digo en voz alta. Lucía, ahora no. Resoplo y lanzo el móvil al otro lado de la cama, qué cachonda estoy, pienso. El eco de mi proyección sigue todavía palpitando, al igual que yo. Me cambio de bragas y tras ponerme la parte de abajo del pijama salgo de la habitación con miedo de que el suelo que piso se vaya fundindo a cada paso.

(debería continuar)

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