About La muerte en Venecia

asier
4 min readMar 16, 2022

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https://www.goodreads.com/es/book/show/53061.Death_in_Venice

Tiene spoilers. Puedes poner esto de fondo: https://open.spotify.com/track/1FDMJ0sheMse5ELss1p7s0

Podríamos empezar justificando el gordo de la novela diciendo que eran otros tiempos, que la mentalidad de la gente, de los hombres (siempre de los hombres), era diferente y que, desde siempre, estaban muy normalizadas estas prácticas, no solo de hombres a niñas sino también de hombres a niños, pero nunca entenderé muy bien este tipo de filias oscuras y retorcidas así que tampoco entenderé jamás el uso de esa frase, hipócrita y sin sentido, que le resta valor a los cerebros del pasado y que tanto se empeñan algunos en usar para justificar cualquier cosa. Justificar algo así por los tiempos, como si aquello lo pudiese albergar todo, es una tontería como bien decía Ana de Miguel en su libro ‘Ética para Celia’. Ni la sociedad ni los hombres eran estúpidos y ciegos como para ver que aquello era pedofilia y que era un acto justificable. Nunca, pero nunca, algo así será justificable.

También es cierto que, que sepamos, Aschenbach nunca toca al niño de 14 años que tanto desea, pero no siempre el contacto físico es necesario para ver que la actitud proyectada no es correcta. Esto lo hemos ido aprendiendo con el tiempo (por suerte), que la violencia psicologica también es violencia y no se ejerce físicamente. ¿Hasta que punto no puede un verano y una actitud así marcar la vida de una persona? No es el late motiv de la novela, desde luego, pero no dejo de preguntarme si las locuras de algunos no podrían ser repensadas, viendo y analizando las consecuencias que dejan, para no destrozar la vida de un tercero, por el amor a un retorcido arte, menuda manera de justificarse, que no es arte ni es nada.

Las personas que la leyeron en su tiempo, y que más tarde le dieron el premio Nobel, no pudieron hacer esta comparación (se publico mucho más tarde), pero me es imposible no acordarme de Navokov, obviamente de Lolita, por la ‘relación’, y por el uso de las sombras (bastante curioso por cierto, Navokov las usa mucho en ‘Invitado a una decapitación’) que se hace en la primera parte del libro. ¿Es acaso el arte que representa Tadzio, y que tanto usa él para justificarse, lo único capaz de sacarle y rescatarle de las sombras? ¿En qué sombras te tienes que encontrar para que algo así sea lo único que te pueda sacar de esa sombra turbia que empaña tu mente? ¿Qué mente tienes que tener para que Tadzio acabe justificando absolutamente todo?

La primera parte del libro presenta al escritor como una persona normal, en el sentido físico y mental de la palabra (y no economico ni social), un hombre algo solitario que se dedica, en cuerpo y alma, a la escritura y al desarrollo, de lo que él llama y considera, las artes más puras. Tras esta primera parte algo espesa y compleja, en lo que a la escritura se refiere, Mann cambia el tercio, y agradecidos lo estamos todos, y nos traslada a una Venecia de principios de siglo. Una Venecia turística, peculiar, particular, pero que conserva la esencia pura de lo que siempre ha sido. Un lugar en donde, sutilmente, un chico de 14 años (¡14 años!) se cruza con un señor, lo deslumbra (sin hacer nada realmente) y lo embelesa hasta el extremo más extremo que existe. El chiquillo le aporta luz al señor, lo agiliza, lo hace revivir, le aporta un sentido a su vida y, desde luego, también a la novela.

Dice Gustav, “[…] creyó abrazar la belleza misma con esa mirada, la forma como pensamiento divino, la perfección pura y única que vive en el espiritu y de la cual, para ser adorada, se había erigido allí una copia, un símbolo lleno de gracia y ligereza. ¡Era la embriaguez!” ¿Hasta cuando va a seguir el hombre (y no la mujer) justificando actos repudiables en favor del arte, de un ser divino, de un ser superior, que nunca ha existido ni existe?

[…] sí, sólo con la ayuda de un cuerpo era capaz de acceder luego a un plano de contemplación más elevado. Amor, por cierto, imitaba en esto a los matemáticos, que presentaban a los niños aún inexpertos imágenes concretas de las formas puras: así también, para hacernos visibles lo espiritual, el dios gustaba de recurrir a la figura y el color de la juventud humana, a la que convertía en instrumento de la reminiscencia adornándola con todo el esplendor de la belleza, y ante cuya visión nos abrasaban luego el dolor y la esperanza.” Señores, esto no es amor. Ni elevación del arte, ni arte convertido en pasión, ni amor pasionado.

Hay una serie de alusiones a la muerte, y con esto quería terminar, a ese final, entendido final como muerte, y viceversa, como el viaje sin retorno que representa la vida, y que Thomas va enlazando todo el tiempo en el transcurso de la novela, que me han gustado. Me explico. Me gusta el uso que hace, o así es como lo he entendido yo, de la relación que tenemos con el arte, con la belleza suprema, con aquello que nos remueve por dentro y nos hace cambiar el curso de nuestras vidas, nos hace florecer un camino claro y único y verdadero que nos aclara la mente y la vista y no nos deja ver nada más, porque es así como también entiendo yo el arte. Como algo que una vez descubrimos, como algo en lo que una vez que entramos, no queremos salir. Como el único camino que solamente la muerte será capaz de eliminar. Como aquel viaje sin retorno que, una vez descubierto, no queremos dejar de disfrutar, nos lleve a dónde nos lleve, nos cueste lo que nos cueste.

Escribo esto sin haber visto la película de Visconti, muy pendiente, pero habiendo disfrutado muchísimo de la Sinfonía nº 5 de Mahler. https://open.spotify.com/track/1FDMJ0sheMse5ELss1p7s0

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asier